jueves, marzo 27

Con poca voluntad

Pasa el tiempo y sigue la misma cosa, como si nada cambiara. Cuando se cree que ya se ha tocado fondo, no se ha dado cuenta uno que ha estado escarbando un poquito más profundo. Una voluntad de puta (como cuando uno no puede [y no quiere] decir no) que me quitó las fuerzas para continuar en la batalla, al darme cuenta que como raro no había hecho nada, nada para cambiar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Resulta que un día te detienes en la mitad de un lugar cualquiera (un salón, una avenida) y en la mitad de un momento cualquiera (un funeral, teniendo sexo) y te das cuenta que ya no eres la misma persona. No, no has hecho nada de lo que pudieras arrepentirte; tampoco algo de lo que pudieras sentirte orgullosa. Es que ese motivo imaginario que te impulsó durante tanto tiempo ya no está. Es que te sientes vacía, hueca,... como que ya nada (ni las nuevas experiencias) te llena, nada te satisface, nada te hace sentir completa. Cierras los ojos esperando que al abrirlos haya sucedido algo lo suficientemente improbable como para aparecer en un hospital a punto de morir. Ya nada vale, nada sirve, nada nos mueve. Esperas, inhalas, exhalas. Te das cuenta que es necesario borrar los límites imaginarios que te trazaste para descubrir que en la realidad no tienes límites. Sentir que el mundo se derrumba a nuestros pies es la acción inevitable para que reconozcamos que podemos volver a inventarlo de mejor forma.