Rememorando esos años maravillosos del colegio, viene a mi mente una pequeña anécdota digna de recordar. Corría el 10° grado en la Bogotá City (que lindo colegio!) y un grupo de niñas en su afán de conocimiento se preguntaron que se sentía llegar medio prendiditas a nuestra querida institución educativa. En aquella época se estudiaba en la tarde, así que se decidió tomarse unos traguitos de Chorrito® (no había plata pa´ nada más) en las horas matutinas para amenizar el ambiente.
Todo iba muy bien. Empezamos a escuchar musiquita varia, rajamos de medio mundo, nos reímos como descontroladas, nos probamos los lentes de contacto de Angélica para ver como se nos veían nuestros ojitos azules, tomábamos con “moderación”, a lo que varias (casi todas) no tomaron en cuenta.
El resultado: la mayoría de las susodichas en un estado de embriaguez, que dejó ver sus consecuencias. El jugo de mora del almuerzo regado por todo el mantel de la mesa y la sudadera de la “Guacala” (así se le decía), la pared del cuarto de la anfitriona llena de sandeces que se nos ocurrió escribirle (de eso sí no me acuerdo), cuatro adolescentes tratando de llegar al colegio esquivando carros y peatones además de disimular su cuasi borrachera, Angélica buscando desesperada un lente que se le había caído, mientras que su novio y otra amiga le ayudaban a encontrarlo, teniendo una conversación más o menos como la siguiente que merece ser mencionada:
Angélica: Marica!!! Se me cayó un lente
Novio de Angélica: pero dónde?
Angélica: Por ahí, aghh!
Novio de Angélica: y tú mamá te regaña?
Angélica: y por qué?
Novio de Angélica: pues porque te los regaló
Angélica: cuál mamá? Eso fue Gerardo
Marcela: Noooooo, se los regaló su mamá
Angélica: que no!! Fue Gerardo, como no voy a saber quien carajos me los regaló
Novio de Angélica: cómo así?
Marcela: no sea pendeja, que fue su mamá
….
Pues si, la muchacha la iba como embarrando con el novio, y el tal Gerardo era un amiguito especial que ella tenía por ahí, pero al fin Marcelita logró sacarla del fango en que andaba y el joven se la levó para la casa a que se le pasara la rasca.
Las otras niñas? Lograron llegar al colegio, y hasta el día de hoy se preguntan cómo fue que le hicieron. Ya en aquel lugar la “Guacala” se ganó tan bello apodo y ya se podrán imaginar por qué; la niña rejurjitó la pasta del almuerzo poco digerida y el jugo de mora* que no derramó en la mesa. Las otras tres se montaron encima de Marcela (gran amiga, no?) una a cada lado de ella y la otra en la espalda. El siguiente panorama no pintaba mejor, las cuatro botadas en el pasto tratando de superar este impase.
Al final nos pillaron y nos llevaron a Coordinación donde definitivamente se nos pasó el mareo. Liliana botada en el piso gritando que iba a morir porque el maldito trago estaba adulterado (según ella), la “Guacala” cantando la canción de "los niños buscan su hogar" porque sus padres no fueron a poner la cara por ella, la Flaca y yo éramos las únicas que podíamos reflexionar sobre la adicción que íbamos a tener porque según el Coordinador así es que se empieza, al tiempo que nos mostraba una “mariacachafa” que le habían encontrado a un alumno, lo terrible que era para nosotras y para el colegio, bla bla bla.
En fin, la sensación que obtuvimos no fue la que pensábamos. Conseguimos una linda anotación en el observador del alumno (que permaneció hasta el día de la graduación), unas sabias palabras de madre: “Mija, a la próxima tome cuando no esté estudiando, no vuelva a hacer esa pendejada”, la montada de todos los del salón, la fama de borracha y una historia que contar.
Pero igual ninguna se arrepintió, son cosas que siempre se van a recordar: los amigos, el colegio, las chocoaventuras,…
*Perdón por la imagen que pasó por sus mentes y el repudio que se pudo haber formado hacia la pasta y el jugo de mora.
Todo iba muy bien. Empezamos a escuchar musiquita varia, rajamos de medio mundo, nos reímos como descontroladas, nos probamos los lentes de contacto de Angélica para ver como se nos veían nuestros ojitos azules, tomábamos con “moderación”, a lo que varias (casi todas) no tomaron en cuenta.
El resultado: la mayoría de las susodichas en un estado de embriaguez, que dejó ver sus consecuencias. El jugo de mora del almuerzo regado por todo el mantel de la mesa y la sudadera de la “Guacala” (así se le decía), la pared del cuarto de la anfitriona llena de sandeces que se nos ocurrió escribirle (de eso sí no me acuerdo), cuatro adolescentes tratando de llegar al colegio esquivando carros y peatones además de disimular su cuasi borrachera, Angélica buscando desesperada un lente que se le había caído, mientras que su novio y otra amiga le ayudaban a encontrarlo, teniendo una conversación más o menos como la siguiente que merece ser mencionada:
Angélica: Marica!!! Se me cayó un lente
Novio de Angélica: pero dónde?
Angélica: Por ahí, aghh!
Novio de Angélica: y tú mamá te regaña?
Angélica: y por qué?
Novio de Angélica: pues porque te los regaló
Angélica: cuál mamá? Eso fue Gerardo
Marcela: Noooooo, se los regaló su mamá
Angélica: que no!! Fue Gerardo, como no voy a saber quien carajos me los regaló
Novio de Angélica: cómo así?
Marcela: no sea pendeja, que fue su mamá
….
Pues si, la muchacha la iba como embarrando con el novio, y el tal Gerardo era un amiguito especial que ella tenía por ahí, pero al fin Marcelita logró sacarla del fango en que andaba y el joven se la levó para la casa a que se le pasara la rasca.
Las otras niñas? Lograron llegar al colegio, y hasta el día de hoy se preguntan cómo fue que le hicieron. Ya en aquel lugar la “Guacala” se ganó tan bello apodo y ya se podrán imaginar por qué; la niña rejurjitó la pasta del almuerzo poco digerida y el jugo de mora* que no derramó en la mesa. Las otras tres se montaron encima de Marcela (gran amiga, no?) una a cada lado de ella y la otra en la espalda. El siguiente panorama no pintaba mejor, las cuatro botadas en el pasto tratando de superar este impase.
Al final nos pillaron y nos llevaron a Coordinación donde definitivamente se nos pasó el mareo. Liliana botada en el piso gritando que iba a morir porque el maldito trago estaba adulterado (según ella), la “Guacala” cantando la canción de "los niños buscan su hogar" porque sus padres no fueron a poner la cara por ella, la Flaca y yo éramos las únicas que podíamos reflexionar sobre la adicción que íbamos a tener porque según el Coordinador así es que se empieza, al tiempo que nos mostraba una “mariacachafa” que le habían encontrado a un alumno, lo terrible que era para nosotras y para el colegio, bla bla bla.
En fin, la sensación que obtuvimos no fue la que pensábamos. Conseguimos una linda anotación en el observador del alumno (que permaneció hasta el día de la graduación), unas sabias palabras de madre: “Mija, a la próxima tome cuando no esté estudiando, no vuelva a hacer esa pendejada”, la montada de todos los del salón, la fama de borracha y una historia que contar.
Pero igual ninguna se arrepintió, son cosas que siempre se van a recordar: los amigos, el colegio, las chocoaventuras,…
*Perdón por la imagen que pasó por sus mentes y el repudio que se pudo haber formado hacia la pasta y el jugo de mora.
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