jueves, octubre 12

El Ritalin venció de nuevo

1965

…Anne permaneció tendida en silencio hasta que se hubieran ido.

Luego se levantó y se compuso la ropa. Fue al cuarto de baño y tomó una píldora roja. ¡Qué extraño! No sentía miedo. Ahora era Margie Parks… y descubrió que ya no le afectaba demasiado. Aún le amaba, pero le amaba menos. Desde que Neelly desapareció de su vida, él había estado más atento que nunca. Sin embargo no tenía una real sensación de triunfo. Algo, una parte de ella, se había ido con el asunto de Nelly. Sabía que en lo sucesivo siempre habría una Neelly o una Margie. Pero cada vez le dolería menos; su amor por Lyon iría disminuyendo, hasta no sentir nada… ni amor ni sufrimiento.

Se cepilló el pelo y retocó el maquillaje. Presentaba buen aspecto. Había conseguido a Lyon, un magnífico apartamento, la niña, una carrera, Nueva York… todo cuanto deseara. Y de ahora en adelante nada podría hacerla sufrir. Durante el día tenía en qué ocuparse y por las noches, las noches en que estuviese sola, disponía de aquellas maravillosas píldoras rojas. Esta noche había tomado dos. ¿Y por qué no? Al fin y al cabo, se dijo, era la noche de Fin de Año.


Para llegar al valle de los sueños
tienes que ascender a la cumbre del Evérest
¡Temible escalada la que conduce
A la cima apenas hollada!
Aunque nada sabes de lo que ella esconde,
lo que menos esperas
es descubrir el valle de los sueños.
Y permaneces allí, expectante,
pronto a deleitarte en el placer
que anhelabas experimentar
y que no sientes.
Te encuentras demasiado lejos
para que llegue a ti el clamor de las ovaciones
y te inclines para corresponder.
Tampoco puedes ascender más alto.
Estás solo
y esta soledad abrumadora lo invade todo.
De tan sutil el aire deja apenas que respires.
Lo has conseguido…
y el mundo te aclama como a un héroe.
Sientes, sin embargo,
que era más hermoso al principio,
cuando sólo poseías la esperanza
y el ansia de triunfo.
Tus ojos entonces, no se apartaban de la cima
y nadie te hablaba del valle de los sueños.
Pero cuando has trepado hasta ella
todo parece distinto.
Los elementos han cansado tu cuerpo,
enmudecido los labios
y cegado los ojos…
Te sientes demasiado exhausto
para disfrutar la victoria.

Jacqueline Sussan

El Valle de las Muñecas

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